Por: Noelia Valdez Rodriguez
En algún tiempo se creyó que la muerte era el fin de todo, la culminación de la vida, pero esto no se daba con respecto a los indios ya que ellos creían en la muerte no como en fin de sus vidas, si no como el inicio de otra, por eso Vivian sin temerle y esperaban por ella calmadamente. Tal como lo manifiesta José María Arguedas en uno de sus ensayos titulado “La Muerte y los Funerales”
En la actualidad el catolicismo confirma lo dicho por los indios ya que ahora si se cree en la vida después de la muerte, y quizá esto era lo que José María Arguedas creían y por tal motivo se suicido en 1969, tenía cierta depresión originado por la pérdida temprana de su madre, los maltratos de su madrastra desde niño la repetida ausencia del padre viajero, el fracaso de su matrimonio, el no poder tener hijos, la sensación de marginalidad entre el mundo indígena y el mundo de los mistis -sin pertenecer realmente a ninguno-, el supuesto fracaso de sus tesis integradoras y seguro creía que al morir descansaba de todos los problemas que lo aquejaban y que pasaría a una vida mejor.
Confirma algo de esto lo que él dijo: “Y ésta es una sensación indescriptible: se pelean en uno, sensualmente, poéticamente, el anhelo de vivir y el de morir. Porque quien está como yo, mejor es que muera.” (Primer diario, 10 de mayo de 1969)
Por ende creo que José María Arguedas se suicido para frenar el dolor y la depresión que sentía y a la cual no encontró cura ya que el murió en su segundo intento entre 1943 y 1945 al no mejorar, pensó que la única solución era la muerte para así pasar a otra vida mejor.
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